El trabajo fue galardonado con el premio al mejor trabajo del mundo en los  «World Demolition Awards» del 2012, y además, fue protagonista de un documental del canal del National Geographic. El desafío fue derribar la parte del puente que quedaba sobre el río, pero manteniendo los pilares sin dañar el medio ambiente y sin dejar caer materiales al cauce del río; todo ello, haciendo frente a las crecidas, corrientes y diferentes niveles del Po. Gracias a un sistema construido ad hoc, compuesto por gatos hidráulicos colocados sobre bateas flotantes en marcha, se elevaron algunas porciones del puente en acero de unas 150 toneladas, para después transportarse a tierra firme de forma sorprendente.