El reto fue demoler un alto horno en hierro de 7.000 toneladas de peso sin emplear ningún explosivo, protegiendo así el medio ambiente, unas instalaciones de saneamiento adyacentes y las casas que se encontraban a tan solo 60 metros. Despe hizo colapsar la estructura industrial mediante un sistema hidrodinámico de empuje controlado desde un ordenador PLC. De esta forma, se consiguió un derribo sin muchos de los efectos colaterales que habría supuesto el uso de explosivos. En unos segundos, todo se vino abajo sin provocar ningún daño.